Arasanz Garcia

ArasanzGarcía

Marruecos, país de congostos.

De Midelt a Ouarzazate. Gargantas, desiertos, cumbres y pistas.

Escrito por Javier (Navegante), fechado el 13 de octubre de 2019.

Improvisado gps humano.El sol esta ya despierto desde hace un buen rato, riders entran y salen del hotel, con bártulos en las manos y enormes sonrisas en sos rostros. El día se prepara limpio de nubes, cielos apenas rasgados de jirones de tenues esponjas de algodón.

Javier aparece a las 9:30, con la maleta y la bolsa de hule, deja esta en la furgoneta de apoyo y coloca la otra en el baúl, saca el navegador y lo pone en el soporte, siento como se sincroniza con los gps, empieza a darme datos de posición, hora, precisión y por mi parte comparto con el estado general de mi electrónica... siento el fresco de la mañana en mis plásticos y la ilusión de otro día en la carretera.

Después de las charlas entre riders, comenzamos por fin a movernos, son las 10:12 de la mañana cuando nos incorporamos a la RN-13 en dirección a la cercana población de Midelt. En la ciudad, que se despereza aún en este día de domingo con bostezos de leña humeante, también las gentes comienzan sus tareas.

Llegamos a una gasolinera y Javier habla con Nicasio y Rodrigo, buscan una pequeña tienda de tarjetas de datos para los móviles, según me ha dicho Javier, en la noche le pregunto a José, Nomah, y le explico donde estaba. Comienzan debates de que hacer, ya que la tienda esta cerrada, pero Javier le pregunta a unos de los que surten de gasolina a los vehículos que por allí se acercan y éste le indica que podemos ir a buscar al dueño a su casa para que abra la tienda, sin más preámbulos se encarama a mi grupa, detrás de Javier y allá que nos vamos los tres a buscar al gestor de la tienda, la sorpresa se anuncia en la cara de Nicasio y Rodrigo cuando nos ven partir de tamaña guisa.

Con las indicaciones de nuestro improvisado "libro de ruta", en lo alto de mi asiento, llegamos a las puertas de una casa, apenas a un kilómetro de la gasolinera, mientras Javier da la vuelta en el callejón donde estamos, el amigo esta departiendo con el de la tienda, que al final, de mala gana, parece, sale de casa en pos de la tienda. Nosotros volvemos a la gasolinera y al parar cerca de los amigos, que aun siguen estupefactos, Javier les grita, aún con el caso puesto....

- Ya viene a abrir la tienda.

Puerta del desierto.Se pierden los tres en la tienda, en un pequeña habitación, tan pequeña es, que solo entran de dos en dos, mientras el tercero, pacientemente espera en la puerta. Javier y Nicasio, han terminado y estan ya cerca de nosotras, que esperamos aun en la estación de servicio, algunos ridres se paran y tanto Javier como Nicasio les indican que estamos allí por las tarjetas de móvil, y algunos también paran... Buena noticia para la pequeña tienda de móviles, a pesar de ser domingo y octubre, hoy ha hecho su Agosto.

Magnifica gente la de este país. Siempre dispuestos a ayudar... Quizás no tengan mucho que compartir, pero lo poco que tienen siempre lo ponen a disposición de los demás, quizás sean más ricos de lo que nuestra occidental cultura y prejuicios nos enseña.

Partimos, ahora si, hacia la eterna carretera que nos espera. Retomamos nuestra querida RN-13 en dirección al este. Atravesamos Zebzate, con sus 1540 meros de altura. Un desierto de piedra nos acecha y lo lejos una garganta entre montañas, nos dirigimos derechos hacia ellas y ascendemos hasta los 1907 del puerto de COL TIZI N'TALGHAUMT, al que hemos llegado mecidos por unas divertidas curvas en cuesta. La monotonía de las grandes llanuras de este desierto, vuelven a aparecer tras coronar el puerto, grandes extensiones de roca, con ondulados llanos en cuyos bordes se aglutinan algunas acacias, desafiantes ante tanta escasez de verde.

Entrando en las gargantas del Atlas.Vadeos.La carretera, como huyendo de las enhiestas montañas de aplanadas cumbres, bordea los accidentes, parece querer no mojarse en los arroyos y no querer gastar energía en las cuestas de los montes que sorprenden a la vista entre tanta llanura. Pasamos del llano a las gargantas y de estas otra vez retornamos al llano, apenas algunas acacias y plantas crasas, rebaños de ovejas y cabras y casas de adobe que saltean los bordes de las riberas, agolpándose allá donde el huerto y las palmeras dan refugio a sus animales, a sus plantas y a sus estómagos.

Llegamos a Er-Rich, un control de paso en el camino y el desvío para tomar la RR-704, que nos encamina hacia el oeste, un repostaje para preparar los 260 Km sin combustible que nos esperan desde este punto, según me ha comentado Javier. Este camino nos resulta familiar, atravesamos la ciudad y tomamos una calle estrecha para desembocar en un puente sobre el rio Ziz, en medio de su cauce se ven un grupo de mujeres haciendo la colada, seguimos el fértil valle, las palmeras y los arboles frutales cercan nuestro flanco derecho, mientras en el izquierdo, el árido y seco desierto, con sus dispersas acacias, parece empujarnos hacia el valle, como queriendo preservar su inviolable silencio.

Durante cuarenta kilómetros seguimos el cauce del rio y de un afluente que baja de los macizos de montañas mas al noroeste. Las gargantas horadadas por el cauce, presentan colores rojizos, al borde se extienden hileras de casas de adobe, chiquillos jugando, que al pasar se levantan a saludar. Las paredes de formas caprichosas por la acción del tiempo, se van cercando a nuestro paso, y se yerguen las cañas, los olivos y los frutales destacando de los hueros regados por el rio. Las aldeas se desparraman entre los acantilados y el rio, dando sensación de una continua ciudad de barro seco y piedras, de gentes y de animales, burros con alforgas, perros, cabras y ovejas, habitantes habituales de estas fértiles gargantas.

Dejamos la influencia de los ríos en Mzizil Tillechte, para casi sin darnos cuenta abandonar la RR-704 y enfilar por la P-7103 hacia el oeste. Avanzamos a buen ritmo por carreteras de buen asfalto, estrechas y sin arcenes, bueno arcenes de grava y tierra, pero con algún "bordillo" en su separación. La temperatura es agradable para ir mecidos por el viento y siento a Javier alegre, disfrutando de las acogedores parajes que nos rodean. Sobrecoge la soledad, las enromes distancias, las masas de roca por el tiempo devoradas... La magia llena nuestros cilindros y parece que al tiempo le cuesta avanzar, nuestros sonoros zapatos levitan sobre el rugoso asfalto y parece que el ruido se confunde con el silencio y que el rumor del viento chocando contra las piedras, se mezcla con el murmullo de nuestros cilindros en un baile de sonidos único...

- Blanquita, esto te hace pequeño, estos desolados paramos, llenos de proyectos de vida, de esperanza y de futuro en cada recoveco del terreno, parece que la vida espera su momento para aflorar allá donde a roca acumula humedad, allá se abre la vida.

Llegamos a Amellagou donde la carretera vira de sur al oeste, hacia las montañas, bordeando el cauce del rio Gueris, el oasis vuelve a tomar el horizonte y las casas vuelven a desparramarse en las laderas cada vez más abruptas de otra enorme y hermosa garganta de rojizas tierras. Vamos entrelazando nuestros pasos con las caprichosas curvas del rio y entre paredes y casas, nos acompaña un vergel de verdes palmeras, manzanos y granados. Salpicados de huertos y chumberas y cañas.

- Es la segunda vez que pasamos por estas bellas gargantas y cada vez me parecen más hermosas. Es como una lucha entre el yermo páramo y el verde oasis, lucha de miles de años para cada una intentar doblegar a la otra, una lucha entre el agua y la roca. Blanquita me alegro de volver a pasar por estas mudas gargantas que tanto tiene que contar. Ahora viene un vadeo, dejare pasar a Rodrigo y Nicasio para gravar un vídeo.

Desde el alberge hacia el Dades.En las alturas del Atlas.

Pasamos mojándonos las llantas por el cauce del Gueris, tornamos a seguir su camino durante diez kilómetros, para salir del oasis y volver a las tierras pétreas, sin vida, silenciosas del desierto. Nuestro camino se acerca a Assoul, donde volvemos a encontrar un valle fértil regado por el rio Azarhar n'Sidi Bou Yacoub. Seguimos el rastro de palmeras que riega a su paso hasta llegar a Aït Hani, donde abandonamos la P-7103 para incorporarnos a la RN-12.

Arco Iris en el Atlas.

Susana, Rodrigo, un amigo improvisado, Javier y yo al fondo.LA RN-12 nos leva a las alturas del Atlas, empezamos a ascender por entre laderas de piedras salteadas de pequeñas plantas. Alcanzamos los 2475 metros, entre montañas de aspecto imponente y gargantas profundas de laderas muertas, solo surcadas por viajantes rebaños de cabras y ovejas. En lo profundo de los valles, casi inapreciables, pequeños hilos de plata y verde, serpentean bordeando las enormes masas de roca. Comenzamos un breve descenso y llegamos al albergue Afoud, ya hemos estado aquí otros años y hacemos parada para sellar.

Se acercan Susana y Javier y más tarde Rodrigo y nos hacemos una foto, un improvisado espontaneo se nos une, un niño que merodea por los alrededores. Me hace ilusión que Susana haya preguntado a Javier por mi. Todos me conocen por mi nombre, es reconfortante. Gracias Susana.

Un decanso en las alturas.Descenso al rio Dades.Los dedos del Dades.La garganta del Dades, en obras.
Un poco más adelante, en la entrada del pueblo, abandonamos la RN-12 para entrar en una pista de blanco firme, algo polvorienta al principio, es la carretera RR-704, sin asfalto. Empezamos lentamente a pasar algunos badenes y la pista mejora para tornar a ser de una amalgama de piedra y tierra. Unas gotas de agua nos sorprenden, pero solo levemente y desaparecen tan pronto como llegaron. El cielo, cubierto de móviles nubes, que se acercan y se van, como olas del mar, torna con nuestro avance a clarear, hasta volverse azul. El camino se estrecha al pasar por los cerros más altos y nos lleva a su máximo nivel, 2915 metros. Empieza una bajada que parece no tener fin. Se que Javier no va muy cómodo, no le gustan los precipicios y hoy estamos rodeados de enromes taludes sin fin. Hemos parado para que beber agua unas dos veces, los riders claro, especialmente Javier, que descansa de tanto precipicio mientras humedece lentamente sus resecos labios. A buen ritmo para las condiciones de la pista, seguimos avanzando siempre al suroeste, después de unos 50 kilómetros, el asfalto hace su aparición y casi sin darnos cuenta aparecen las revueltas del Dades, la idílica foto de curvas descolgándose por la garganta que el rio ha formado, un espectáculo asombroso, una imagen inolvidable. Después de la pista de piedra, roca y tierra que silenciosamente roza el cielo , la carretera parece bajar al mundo ruidoso de los hombres. En las curvas paran los moteros a hacer fotos, saludamos a David que colgado de su montura, admira el paisaje a través de la pantalla de su cámara fotográfica.


Tocamos fondo en la garganta del Dades, palmeras y albergues se entremezclan en las curvas de los caminos, a nuestra izquierda aparecen unas formaciones rocosas de caprichosas formas, parecen dedos de pies entrelazados, como si muchas personas estuvieran tomando este sol de media tarde. Es una vista relajante, el sol ya decadente alumbra las formaciones rocosas, nos hemos detenido y Javier hace unas fotos, Nicasio y Rodrigo también hacen lo propio, es una suave tarde de otoño, agradable, con un sol que torna a ser anaranjado y que viste los ocres de las rocas con sombras y luces de un cálido color bronce. La mágica formación nos deslumbra con un ultimo guiño cuando emprendemos otra vez nuestro camino rio abajo.


Entre sinuosas curvas, avanzamos pisando los sedimentos, ahora asfaltados, de la enorme garganta que nos flanquea. Seguimos descendemos hasta los 1500 metros, donde cruzamos Boumalne Dades y vuelven las grades llanuras semidesérticas, solo moteadas por las palmeras del oasis del rio Dades, que ahora fluye tranquilo con meandros llenos de vida, rodeados del desierto. La noche empieza a saludarnos y mientras descendemos más todavía, vamos vislumbrando las tenues luces de las poblaciones que atravesamos, noto a Javier liviano, como si su cuerpo y su mente estén aún en las montañas que acabamos de dejar a nuestra espalda.

Son las 20:18 horas de este postrero día de montañas y gargantas, entramos en el recinto del hotel, a 1140 metros sobre el mar, hemos bajado 1800 metros desde el Atlas hasta el desierto de Ouarzazate.

Javier recoge los dispositivos de mi cuerpo, mientras acaricia los plásticos de mi deposito:

- Vamos a quitar los cachivaches Blanquita, el portaroadbook, el navegador, la bolsa del baúl y a descansar, que merecido lo tenemos.

Los famosos "dedos de los piés" del Dades.

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